lunes, 20 de febrero de 2012

EL ÁRBOL DE LA VIDA

"¿Dónde estabas cuando yo fundaba la Tierra? ¿Cuando las estrellas todas del alba alababan, Y se regocijaban todos los hijos de Dios?" Job 38:4,7


Conozco a una mujer que no es aficionada al cine. Es una señora madura con intereses y placeres sumamente alejados de las salas cinematográficas y de las pantallas televisivas. No le da la menor importancia a nombres de actores o directores.

Cuando ve una película, es porque algo en ella debe haberle llamado mucho la atención. Cierto día, al disponer de tiempo libre, asistió al cine con una amiga suya. Sin saber que había en cartelera, fueron dispuestas a ver la película que coincidiera con su horario de llegada. La próxima en exhibirse era una llamada "El árbol de la vida".

Entusiasmadas por ese título, entraron a verla creyendo que se trataría de un melodrama ligero con un edificante mensaje cristiano. Sin embargo, lo que vio la dejó con una mezcla de susto y confusión. Días después, al contarme esta anécdota, ella me la definió con una frase lapidaria: "Era una película bien rara, no le entendí nada"

Es la frase típica del cine de arte. De por sí esa etiqueta de "De arte" es difícil de definir, y las películas experimentales hacen el asunto todavía más complicado. Cuando ves una película "de arte" sin saber de antemano que es lo que vas a ver, corres el riesgo de terminar opinando una de tres: o está muy aburrida, o no le entendiste nada, o ambas.

El árbol de la vida fue, probablemente, la película de arte más polémica del 2011. Pero no por su audacia o crudeza, sino porque ni la crítica ni el público lograron entender de que rayos se trataba.

Con tanto comentario desfavorable, me esperaba lo peor. Debo admitir que soy un hombre de poca paciencia, y el cine abstracto no me es precisamente grato. Soy de los que refunfuñaron después de ver Mullholand Drive de David Lynch, por ejemplo, y no aguanto esas películas de tomas largas y planas donde los personajes contemplan el horizonte con cara de lelos.

Pero les tengo una buena noticia. El árbol de la vida no es una marihuanada sin sentido. Para empezar, tiene la gran ventaja de tener una trama coherente como base. Es la historia de un maduro hombre de negocios que recuerda su infancia y los hechos que lo marcaron: la muerte de su hermano, la severidad de su padre, la devoción que su madre le inculcó, las dudas existenciales que le surgían al enfrentarse con momentos trágicos, y todo se entremezcla con escenas de la naturaleza y el universo.

Un momento estamos viendo al padre reprender al hijo y de pronto nos vemos sobrevolando una majestuosa cascada, sin decir agua va nos lanzamos al espacio exterior y aterrizamos al lado de un dinosaurio. Mientras todo esto pasa, Escuchamos al hombre dialogar con alguien, asumo yo que con Dios, acerca del por qué de los misterios de la existencia.

Es cierto lo que dicen: Esta película tiene una estructura muy confusa. Mezcla tomas monumentales propias del cine contemplativo del estilo de Baraka y Koyaanisqatsi con una narrativa fragmentada que va del pasado al presente, y literalmente al principio y al final de los tiempos sin previo aviso. Parece que no se trata de nada, pero en realidad se trata de demasiadas cosas a la vez.

El elemento clave para captar su significado está en los diálogos. Son mínimos, pero certeros. Cada palabra le da sentido al caudal de imágenes que nos presentan. Y la música es maravillosa. Es una de las bandas sonoras más bellas que he escuchado. 

Más que una historia, es el retrato del proceso de maduración de una vida. Me recordó a aquella hermosa y también malentendida película de Darren Aronofsky, La fuente de la vida. Este no es un cine que te cuenta algo, es un cine que te hace sentir y te hace pensar.

También es un cine que te puede hacer roncar si lo ves sin advertencia previa. Para ver El árbol de la vida, tienes que saber que no te van a contar algo. Vas a experimentar sensaciones, atmósferas y visiones, y lo que entiendas dependerá de ti.

Esta película es como una tarjeta postal del Planeta Tierra y de la gente que lo habita. Aún más, es una postal de como se ve esa gente en relación con el más allá, la eternidad del espíritu y la infinitud el universo. La vida sigue, la gente muere, nada permanece igual. El Señor da y el Señor quita. Llegas al mundo a amar y a perder, a odiar y a reconciliarte, a dejar ir y a dar la bienvenida, a descubrir la belleza que te rodea y a padecer el dolor que te hará fuerte. Todo eso es El Arbol de la vida.

O más bien, como ya escribí antes, eso es lo que yo entendí. Igual y ustedes entienden otra cosa. En todo caso, vale la pena que vean esta película. A ver que les dice a ustedes.

Por Abel.

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