lunes, 20 de febrero de 2012

JAN SVANKMAJER

“Los locos heredarán la Tierra.”

Las animaciones de Jan Svankmajer viven en un extraño universo gobernado por lo bizarro y lo inquietante. Es un universo donde los esqueletos de pescado se vuelven soldados, las camisas tienen instintos asesinos y la comida se come a la gente. Es un mundo donde las pesadillas están hechas de arcilla y viven escuchando tangos en un fonógrafo viejo. Jan Svankmajer es un surrealista declarado que convierte los objetos cotidianos en vehículos para transportar los pensamientos más locos y oscuros que pueden emerger de la mente humana. Sus películas suelen provocar una mezcla de miedo y risa, pero siempre buscan dejarnos pensando en algo importante.

Jan Svankmajer, nativo de la República Checa, comenzó su carrera en el teatro de marionetas como director y luego formó parte del famoso Teatro negro de Praga. Su experiencia en estos dos ámbitos se reflejaría en su primer cortometraje de 1964: El gran truco, un duelo de talentos entre dos personajes enmascarados. Desde entonces, se dedicó durante casi una década a producir más cortometrajes que mezclaban la acción viva, la animación y los títeres en un ambiente surrealista y lleno de simbolísmos. De esta etapa destacan sus cortos Punch & Judy (1966), sobre dos títeres de mano muy peleoneros, The flat (1968), sobre un hombre atrapado en una habitación llena de rarezas, y Picnic with Weissmann (1968), donde las cosas de la casa se van de día de campo,  aunque en realidad tienen un plan más macabro en mente.

Si bien los cortos de Svankmajer a primera vista parecían experimentos artísticos, dejaban ver un claro mensaje de protesta. Era la época en que la República Checa se llamaba Checoslovaquia y estaba gobernada por un opresivo régimen comunista. Afectado como artista por esto, la obra de Svankmajer desde entonces tomaba como temas recurrentes la censura, la opresión, la ausencia de libertades y el abuso de poder. Esto no fue del agrado del gobierno Checoslovaco, que le prohibió dirigir más cortos de 1972 a 1979.  En ese último año, la prohibición le fue levantada bajo la condición de que se concentrara en adaptaciones de clásicos literarios. Svankmajer realizó dos adaptaciones: El Castillo de Otranto (1979) y La caída de la casa Usher. (1980) Lo que siguió después, sin embargo, fue un cortometraje con guión original que resultó mundialmente exitoso: Dimensions of dialogue (1982), Un corto extravagante, siniestro y peculiarmente cómico, con una crítica social que se entiende perfectamente a pesar de lo extraño de las mini-historias que lo forman. Le siguieron muchos otros cortos divertidos y bizarros como Virile games (1988), Meat Love (1988), Darkness/light/darkness (1989) y Food. (1992).

En 1988, Svankmajer dirigió su primer largometraje: Alicia. Inspirado en el cuento de Lewis Carroll, es una versión radicalmente distinta a todas las que hemos visto de la conocida historia. Todos los elementos están ahí, pero vistos a través del particular estilo de Svankmajer. Es una visión más cercana a una pesadilla real que a un cuento de hadas o de terror. De ahí en adelante, Svankmajer se concentraría en los largometrajes. Fausto (1994) es una imaginativa adaptación del libro de Goethe, Conspiradores del Placer (1996) es una comedia de tintes sexuales que toma la picardía y el doble sentido y les da un giro alucinógeno. Little Otik (2000) es un melodrama familiar donde la manzana de la discordia es un niño adoptivo hecho de una rama de árbol, como un primo siniestro de Pinocho. Lunacy (2005) nos lleva a conocer los espeluznantes secretos de un hospital psiquiátrico. Su último largo es Surviving life (2010), una comedia romántico-freudiana en la forma de un collage viviente.

Dicen que sus obras son una mezcla entre Disney, Monty Python y Luis Buñuel. En realidad, su inspiración principal viene de la cultura y la sociedad en la que le tocó vivir. El teatro de títeres, el arte clásico, la opresión política, la sátira de los rancios gustos de la alta sociedad, el psicoanálisis, las represiones, las barrocas y frías calles de Praga. Su cine tiene un sabor típicamente europeo, pero los temas que aborda lo hacen universal. Al ver una película de Jan Svankmajer, uno sabe que cualquier cosa puede pasar. Siempre habrá algo sorpresivo en este mundo fantástico, donde sin embargo, nada sucede de a gratis. Si las llaves se mueven solas o las niñas se convierten en muñecas de porcelana, es porque hay un claro mensaje detrás de la locura. El cine de Jan Svankmajer es un gran ejemplo de cine de autor que ningún cinéfilo se puede perder.

Por Abel

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