lunes, 20 de febrero de 2012

UN TOKE DE ROC

El lado underground de los ochenta.



Esta vez en Dos horas de balazos, voy a recomendar una película que no es de este siglo, sino del pasado. Es una película ochentera que en su momento fue un divertido experimento pero que con el tiempo se ha ganado una inesperada trascendencia histórica.

Seguro, los que nacimos y crecimos en los años ochenta recordamos la moda, la música, el cine, la televisión. Era un mundo fantástico de cultura pop que para bien o para mal nos hizo la generación que somos ahora. Claro que a veces por recordar lo que nos divirtió, nos olvidamos de lo que era nuestra realidad.

En aquel entonces, México atravesaba por una de sus muchas épocas difíciles. Mientras muchos pequeños nos divertíamos con Burbujas y Volver al futuro, los adultos tenían que arreglárselas para vivir en una nación atormentada por la pobreza y la desigualdad. Nuestra sociedad vivía dividida y una gran brecha generacional se estaba abriendo.

Existía la esperanza de construir un futuro mejor a pesar de tener hasta a la naturaleza en contra, y todo eso se vivía con una banda sonora nacida en lo más profundo del México marginado. El lado subterráneo y clandestino de la sociedad hizo suya la música nacida para cantarle a la libertad y la tomó como estandarte. Los tiempos estaban cambiando, que diría el buen Bob Dylan, y la revolución silenciosa de pronto se puso a cantar y a bailar... a ritmo de ROC.

Un Toke de Roc es lo más independiente del cine independiente mexicano. Su director, Sergio García Michel, la concibió como una especie de manifiesto marginal en forma de película. Verla fuera de contexto puede sacar mucho de onda. Filmada en humilde Super 8, con pésima calidad de audio y video, nos narra una historia que trata de mucho y a la vez de nada en especial.

Es el cuento de unas chicas que se rebelan contra el acartonado mundo de los adultos y huyen de sus casas para vivir aventuras en los barrios bajos de la ciudad de México. En su odisea las acompaña una super heroína y muchas de las luminarias del rock mexicano de los ochenta: Botellita de Jerez, Rodrigo González, Jaime López, Cecilia Toussaint, El Tri, Chac Mool y así sucesivamente.

En realidad, la aventura de esta bandita de muchachas no tiene mayor trascendencia. Es solo un pretexto para presentarnos un retrato de la sociedad marginal urbana de los años ochenta, y por supuesto, del rock, que en aquel entonces todavía no era del todo visto con ojos de negocio por el mainstream del espectáculo mexicano. Un Toke de Roc captura la vida de la banda ochentera, con todo y las batallas para ganarse el pan, los apañones policíacos, los trajines diarios, el rock, los amigos del barrio, los vochitos amarillos, el rock, los prejuicios entre la gente, el terremoto del 85, el mundial del 86, ¿mencioné el rock?

Entre barrios, calles, tocadas, solares baldíos de amor y sueños de concreto, un toke de roc nos muestra la realidad que sucedía mientras muchos crecíamos al calor de la tele y bajo la sombra de enormes copetotes al estilo Flans. Es cine de arte para la raza, art nacó, como le llamarían los snobs contemporáneos. Es un musical pobre y un documental involuntario, todo a la vez. Es el testimonio de que aquí la vida siempre ha sido dura, pero la alegría también es eterna.
Una película así de subterránea sería radicalmente distinta en la era de las redes sociales y los videos en internet. Hoy cualquiera puede grabar lo que le de la gana y mostrarlo al mundo. En ese entonces, filmar una película sin presupuesto era un acto revolucionario. Es un acto revolucionario que deberíamos practicar más seguido. El Rock no muere, nomás se duerme, sale en la tele y se pone sombreritos y lentes de moda, pero por dentro sigue siendo la voz de los que no somos ni haraganes, ni vagos, ni ninis, ni bandoleros, sino parte de una banda que no se rinde por sobrevivir a cuantas devaluaciones, balazos y terremotos nos pongan enfrente.
Si siente que el mundo le da la espalda, que la dicha le niega la sonrisa, que el amor le hace caras y gestos, ponga un toque de roc en su vida y ya verá.

Por Abel.

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